Del Oro robado al Oxígeno gratis

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Por: Juan Carlos López Castrillón –

Lo que hace unos pocos años parecía un sueño hoy es una realidad y en el mundo ya se comercializa oxígeno… ¿puede ser una oportunidad para el Cauca? ¿La dejaremos pasar como se han dejado ir otras oportunidades?
Después de que Sebastián de Belalcazar fundara Popayán, empezó a vivirse una etapa de florecimiento económico para la pequeña villa, basada primordialmente en la comercialización del oro que llegaba de las explotaciones auríferas de la amplia región de la cual era capital política y militar.

Ese oro viajaba a España y no nos dejaba nada. Era un oro robado dedicado a mantener el imperio. Pasaron los años y la ciudad blanca se fortaleció y llegó a ser la más importante entre Santa Fe y Quito, pero la pobreza de sus gentes era enorme y solo unos pocos vivían con dignidad, en virtud a la concentración de la riqueza, entonces Popayán y el Cauca no tuvieron oportunidad de construir una región con mejores condiciones para la diversidad de sus habitantes.

Llegó la independencia y Popayán creció en protagonismo por la influencia de sus dirigentes en la suerte de un país en construcción, sin embargo la economía era muy parecida a la de la colonia, el oro ya no se lo llevaba España, pero se invertía en nuestras luchas internas, se perdió entonces una nueva oportunidad de transformar riqueza en bienestar.

Luego, cuando a principios del siglo XX Colombia se dedicó a sembrar café y a darle valor agregado a los productos agrícolas, el Cauca se quedó mirando hacia atrás, a la ganadería extensiva que desplazaba los cultivos de pan coger. Nos demoramos en llegar a la caficultura y por ende perdimos otra vez la oportunidad de crecer de manera equitativa.

Todo lo anterior relegó al Cauca a los últimos vagones del tren del desarrollo que jalonaban la industrialización del país y la transformación del agro, de lo cual solo se tiene la excepción de la industria de la caña del norte del departamento de mitad del siglo XX en adelante, excepción que tampoco se materializó en mejores condiciones de vida para los caucanos más pobres.

Siguió pasando el tiempo y la brecha entre pobres y ricos continuó creciendo…
Llegó el terremoto de 1983 y se terminó de complicar el panorama. La llegada de miles de personas desplazadas aumentó la presión social sobre la tierra y sobre las oportunidades de trabajo, que ya eran precarias antes del sismo; la respuesta fue el narcotráfico, a la par el conflicto social se recrudeció y por ende la inversión se espantó.

Ese hito excepcional del terremoto no fue aprovechado para haber legislado en un esquema de impulso a la producción, que luego los foráneos sí usaron con la Ley Páez en 1994, ante otra tragedia acaecida a más de cien kilómetros de donde se implementaron las excepciones fiscales. Pusimos los muertos y se beneficiaron unos industriales de otros lares, perdiendo de nuevo la oportunidad de marcar una diferencia en el desarrollo del departamento.

Ahora – en teoría – llega una nueva oportunidad con el Posconflicto, con el que podríamos llegar a tener alternativas para potencializar nuestras actuales fortalezas, algunas en ciernes: cacao, aguacate, energía, turismo, café, talento, tecnología, agroindustria, piscicultura, mar pacifico, que entre otras están al orden día de nuestra economía.

Pero sin duda uno de los renglones más atractivos para explorar en este principio de siglo, es el potencial hídrico y el de producción de oxígeno en nuestros bosques, valles, montañas y selvas.

En Colombia se encuentran la mitad de los páramos del mundo y se produce una buena parte del oxígeno y agua del planeta. El Cauca es un privilegiado en esos recursos. Ha llegado el momento de transformar esas potencialidades en bienestar y desarrollo sostenible. Esta ocasión no se puede pasar por alto. No de nuevo.

Se requiere articular la visión que muchos investigadores y dirigentes tienen sobre este tema para volverlo realidad, como ya ocurre en otros sitios de Colombia. La misma bolsa mercantil comercializa hoy por hoy los “bonos de carbono” y en los mercados de capitales del mundo se vende oxígeno como hace siglos se vendía el oro robado que llegaba de América.

Lo que hace unos pocos años parecía un sueño hoy es una realidad, pero si no nos apuramos seguiremos produciendo el oxígeno gratis y como dicen en el barrio “la seguiremos viendo pasar”. El balón por ahora está en nuestro campo.