Dilema en Quilichao: Proteger la Vida o mantener la normalidad.

Por: Omar Orlando Tovar Troches -ottroz69@gmail.com-

Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión del Magazín CNC.

Más allá de las distancias ideológicas con el actual alcalde de Santander de Quilichao, el ingeniero Eduardo Grijalba (quien ejerce su segundo mandato), o de las críticas a su gestión político-administrativa, el agravamiento de la crisis humanitaria en el norte del Cauca exige que la ciudadanía respalde a la institucionalidad gubernamental, incluso cuando esta no cumpla con las expectativas que motivaron su elección.

Es imperativo recordar que los mandatarios locales y regionales en Colombia tienen la responsabilidad constitucional de garantizar la vida, honra y bienes de los ciudadanos. Si bien esta obligación es compartida por todos los niveles del ejecutivo, corresponde a los alcaldes implementar acciones concretas para cumplirla en sus territorios.

Esta responsabilidad adquiere urgencia cuando la seguridad colectiva se ve amenazada, ya sea por fenómenos naturales o por la violencia de actores armados ilegales en el marco del conflicto interno colombiano. En el caso del Cauca, estas crisis no surgieron el 7 de agosto de 2022; salvo breves intervalos tras la firma del Acuerdo de Paz con las FARC-EP, la emergencia humanitaria ha sido una trágica constante. Lamentablemente, la resignación y la ineficiencia han caracterizado históricamente la respuesta de gobernadores y alcaldes locales.

No obstante, con la gestión fallida del denominado «posconflicto» durante el gobierno de Iván Duque y de muchos mandatarios locales (incluidos los del Cauca), la crisis se profundizó. Hoy, ante riesgos inminentes para la integridad física y el patrimonio colectivo, el alcalde de Santander de Quilichao se ve obligado a recurrir a medidas administrativas extremas.

La implementación del toque de queda y/o la ley seca constituyen respuestas excepcionales a una crisis histórica que, en Quilichao, lleva más de dos décadas sin resolverse y en tal sentido, el actual accionar de los grupos armados pone en jaque la seguridad y el bienestar de una comunidad que los gobiernos del Bonillo-Grijalbismo juraron proteger.

Frente a este escenario, es claro que el burgomaestre enfrenta el alto costo de estas medidas: el comercio se paraliza, generando pérdidas y afectando el sustento familiar; las actividades institucionales se suspenden; la vida social y privada se altera profundamente, generando frustración y descontento.

Se trata de una elección entre intereses: proteger lo esencial (la vida) implica sacrificar aspectos cruciales de la normalidad y el bienestar económico. El malestar social, aunque legítimo ante la interrupción cotidiana, no invalida la realidad y la inminencia del peligro que justifica las medidas.

Resulta evidente que, más allá de cálculos político-electorales, a partir de los cuales, esta y anteriores administraciones han apostado por los aportes de grandes comerciantes y empresarios para asegurar sus triunfos; prima la obligación de entender que el interés colectivo está por encima de los intereses particulares, y que la defensa de la vida es un imperativo supremo.

P.S.: Suerte en su decisión alcalde Grijalba.