Manipulación y Sumisión: La apuesta electoral de la derecha colombiana.

Por: Omar Orlando Tovar Troches -ottroz69@gmail.com-

Una muy peligrosa estrategia de desinformación se ha activado en Colombia. Sus operarios; los grandes gremios económicos, a través de sus poderosos medios de comunicación, en una alianza poco santa con los sectores de ultraderecha del país, han desplegado una campaña de engaños y manipulación con el objetivo perverso de hacerle creer al pueblo colombiano que la patanería, las groserías y las mentiras proferidas por una figura internacional como Donald Trump contra el Presidente Gustavo Petro son, no solo aceptables, sino merecidas.

Esta narrativa cuidadosamente construida en compañía de políticos colombo-estadounidenses de ultraderecha busca convencer a la ciudadanía de que la postura soberana e independiente del Gobierno del Pacto Histórico es un error que debe ser corregido. Según este relato, Colombia debe abandonar su dignidad internacional y cambiar su actitud firme por una de sumisión y complacencia hacia quien, lejos de ser un pacificador, es responsable de avivar al menos tres conflictos a escala global. Pretenden que nos arrodillemos ante la misma fuerza que siembra inestabilidad en el mundo, disfrazada de garante de paz.

Pero el cinismo de esta operación no se detiene ahí. Es la misma oposición colombiana que, en su afán desestabilizador, ha encontrado voces para justificar lo injustificable: el genocidio que sufre el pueblo en Gaza y el asesinato de ciudadanos inocentes, entre ellos colombianos, venezolanos y ciudadanos de Trinidad y Tobago. Mientras el gobierno nacional alza la voz para condenar estas atrocidades y defender el Derecho Internacional Humanitario, estos sectores las minimizan o las aplauden, alineándose con los perpetradores.

El colmo de esta traición a los intereses nacionales es la insinuación, cuando no, la manifestación explícita del deseo de sectores de centro y extrema derecha, de una intervención extranjera en suelo patrio. Hay voces en la oposición que, de manera velada o directa, justifican una probable injerencia de la CIA y el ejército de los Estados Unidos en territorios de Colombia y Venezuela. No lo hacen por seguridad regional o por un genuino interés en el bienestar de los pueblos, sino con fines electorales mezquinos. Anhelan un escenario de caos y dependencia que les permita, en las elecciones de 2026, volver al poder, aunque eso signifique vender la soberanía nacional al mejor postor.

Las ciudadanías libres y decentes de Colombia no pueden permitir que los grandes intereses económicos y sus voceros mediáticos, en contubernio con una ultraderecha sin escrúpulos, intenten embrutecer a grandes sectores de la población para que acepte la humillación como un halago y la sumisión como una virtud. La dignidad de un país no es moneda de cambio. La soberanía no se negocia.

La postura del gobierno actual no es un capricho; es un acto de independencia en un mundo donde la multipolaridad exige defender nuestros principios. Frente a la fábrica del engaño, la respuesta debe ser la claridad, la verdad y la firme defensa de que Colombia, en la arena global, tiene voz propia y no será el patio trasero de nadie.

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