El racismo en el Cauca, ¿una herramienta política válida?

En el corazón de Colombia, la elección de Francia Márquez como vicepresidenta no solo es un hito, ¡es una revolución! Sin embargo, este logro monumental contra la desigualdad, también ha desatado en grupos de violencia radical, un arma política muy baja y que pone en peligro la democracia: el racismo.

En el vibrante paisaje del Cauca, la política tradicional, arremete ferozmente en los últimos días contra la vicepresidenta y el gobernador, ambos líderes afro, abanderados y reconocidos nacionalmente en su batalla por la identidad y la igualdad.

Aunque Márquez y Larrahondo, representan la vanguardia antirracista, es evidente que algunos xenófobos atrincherados en partidos tradicionales siguen empeñados en no permitir las transformaciones, pues como ellos dicen, “NO MÁS FRANCIA, NO MÁS ELIAS, y con ello no más negros, no más indígenas, no más pobres, no más igualdad, no más inclusión en un departamento que reclama a gritos espacios de diálogo intercultural y reconciliación.

En este rincón de Colombia, el racismo y la xenofobia se mezclan con la política tradicional, alimentando un fuego peligroso de discursos de odio con excomuniones electorales, que agrede directamente a los grupos poblacionales siempre marginados como lo son los Afro del departamento.

¿La última señal de alarma? Ataques impactantes en Popayán, donde la extrema derecha que dice llamarse “liberal” despliega panfletos intimidantes contra estos líderes afro, al mejor estilo de la inquisición, se da la orden de frenar, de desterrar, de anular.

Pero no perdamos de vista la esencia. Más allá de los titulares sensacionalistas, a lo que le teme la clase tradicional, es a lo que representa el pueblo gobernando, por eso no hay que distraerse, los tradicionales en su desespero, piensan en sus privilegios, pues consideran que se los han arrebatado, pero el pueblo no es bobo como ellos creen, el pueblo sabe que la lucha real sigue siendo por la paz, la igualdad y el reconocimiento y que la acción colectiva como ya lo han mostrado la vicepresidenta y el gobernador, es nuestra mejor apuesta para preservar la dignidad de las comunidades históricamente marginadas.

Por eso es necesario que rechacemos la violencia simbólica y abracemos la visión pluriétnica y multicultural de Colombia, como dicta la Constitución de 1991. Este no es solo un llamado a la acción; es la oportunidad de escribir un nuevo capítulo en la historia, donde el pasado no condicione el futuro y la igualdad sea la norma, no la excepción.

¡Chao racismo, que nada nos distraiga del camino hacia la verdadera igualdad!